La crisis humanitaria de la Caravana Migrante y su desatención nacional


Luis Josué Lugo

Recientemente, la Guardia Nacional y agentes del Instituto Nacional de Migración contuvieron una Caravana de migrantes que se disponía a pasar por el territorio nacional. Entre sus integrantes figuraban hombres, niños y mujeres. Acto seguido: entre gases lacrimógenos y detenciones arbitrarias han circulado imágenes de migrantes deportados, así como violentados en sus derechos humanos.

En específico, cerca de un millar de migrantes cruzaron en grupo el río Suchiate que divide a Guatemala de México. Ante lo cual, según la Oficina de Derechos Humanos, la Guardia Nacional detuvo a 402 centroamericanos (con uso de violencia). Tal hecho resulta importante puesto que hace apenas un año el presidente de México, Andres Manuel López Obrador, se había comprometido a dar un trato digno a los migrantes. Inclusive desplegó una serie de medidas para recibirles y apoyarles. Lo cual tuvo más eco, pues inclusive defensores históricos como el sacerdote Solalinde se sumaron a su equipo.

Sin embargo, en esta ocasión tal discurso se vio contradicho en las acciones de violencia observadas en imágenes que dieron vuelta al país y continente, y que además contaron con un respaldo significativo por parte de sus seguidores, quienes inclusive agredieron por redes digitales a quienes se mostraran críticos ante el tema.

¿Por qué tales hechos resultan preocupantes? Porque por un lado, polarizan aún más a la sociedad mexicana, en tiempos de crisis global, en los cuales los consensos de las diferencias parecen inaplazables sobre todo para temas migratorios, de género, ambientales, etc. Y por otra parte, debido a que se pasan por alto los derechos humanos de migrantes que atraviesan por México hacia Estados Unidos, sembrando fuertes dudas sobre la soberanía de México ante estos temas. Como señala el periodista Alberto Pradilla: “soldados mexicanos detienen y encierran a familias centroamericanas para imponer políticas diseñadas en Estados Unidos”.

Con estas medidas de seguridad, parece legitimarse la idea de migrantes que vienen a robarle el trabajo a connacionales, o bien, de personas agresivas (centroamericanas) que violentan la cultura nacional, toda vez que incluso organismos como CONAPRED han reportado que la mayoría de quienes conforman la Caravana lo hacen por aspectos de inseguridad en sus países, crimen organizado y temas de género (homosexuales que son perseguidos en sus países de origen).

Por otro lado, como bien reportan organizaciones como Amnistía Internacional, México es uno de los destinos más peligrosos para “ser migrante”, y no sólo por la frontera con Estados Unidos, sino sobre todo por el trato que se da a migrantes centroamericanos (y ahora africanos) a la entrada hacia nuestro país. Aspecto que si bien es histórico, parece que no ha cambiado mucho en tiempos de un “gobierno de izquierda”.

En este sentido, y contrario a la CNDH que omitió hacer algún pronunciamiento sobre el tema migratorio, organizaciones de derechos humanos se han pronunciado sobre este tema por el trato que recibieron los migrantes; entre ellas la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Oficina de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Inclusive, integrantes del propio partido en el poder, tales como Porfirio Muñoz Ledo, han denunciado el tema, contando con el rechazo de la mayoría de los militantes de dicha organización política.

Aunque probablemente lo más preocupante sea la poca capacidad de autocrítica del gobierno en turno, que en materia migratorio antepone una supuesta “razón de Estado”, es decir, que primero va la seguridad en México (muy parecido al  America First de Donald Trump, a convenios internacionales de derechos humanos.

Sumado a ello, el otrora crítico de la situación que viven migrantes, Alejandro Solalinde, ahora que ocupa un cargo público, esgrime que se trata de infiltraciones y conspiraciones contra la “4ª transformación”. Con esto, no desestimamos sus declaraciones, pues viniendo de su expertise, se tienen que indagar a fondo.

Pero, sorprende que no exista alguna crítica hacia una política migratoria cercana a los intereses de Estados Unidos, y no a un supuesto gobierno progresista, que coadyuve a ser reconocido por su política de paz, más que de confrontación.

Aunque aún es tiempo de revirar, o de lo contrario, la polarización y violencia en las fronteras seguirán creciendo.

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